Cuando el diálogo social se torna homofóbico y reaccionario: narrativas de odio y miedo presentes en redes digitales terminan con exhibición de arte en pleno siglo XXI

Resumen

La distinción del arte depende de la libertad ofrecida a los artistas por la población y gobierno. En los tiempos del espectáculo, la industria cultural se muestra mucho más comercial que artística, asimismo podemos entender que una de las funciones del arte es afectarnos y hacernos pensar, más allá de la simples función de entretenimiento. La democracia alimenta el ambiente cultural y artístico, sin embargo, esa libertad tiene un equilibrio frágil y está constantemente siendo atacada. La comunicación en red amplia la posibilidad de expresión de las personas que comparten ideas, conocimientos, noticias, links, informaciones en una potencia imposible de ser conducida afuera de la red, sin embargo, la organización es estructurada por intermedio de vínculos entre personas y grupos con intereses y preocupaciones comunes de manera temporal y la adhesión a las redes está basada en interés personal, en detrimento del interés general. Esa telaraña social conecta personas, genera lazos, configura otras redes, trazando un movimiento de participación social y una disposición descentralizada y dispersa. Formadas por necesidades subjetivas, también las convierten en redes de exclusión y oposición. Los filtros o algoritmos de los mecanismos de búsqueda de la internet pueden nos enredar en nuestras propias certezas. La comunicación en red crea nuevas formas de participación y interacción, así como de muerte simbólica, gracias a la lógica del fenómeno del aparecimiento y del desaparecimiento. Al revés de la idea de que las redes sociales animan las personas a hablar de cuestiones polémicas, en verdad, la red social ha sido eficiente en la manipulación de narrativas transmedia que buscan la censura de exhibiciones y performances.